Me corté el pelo. Y mucho más que lo usual. Y cada vez que me corto el pelo acá, siempre termino reflexionando lo mismo. Esta vez lo escribo. La cosa es que por alguna cuestión mística, las peluqueras (porque por ahora han sido todas mujeres) me *entienden*. En Argentina, cortarme el pelo significaba ir hasta la peluquería-cadena más cercana, someterme a alguna de las imigrantes rusas de turno, pedirles que me corten el pelo con un largo determinado, rebajado, listo. Como a veces su castellano era limitado me evitaban tener que hablarles lo cual era buenísimo. Lo malo era que siempre me quedaba más o menos, ni muy muy ni tan tan. Nunca le ponían onda. Vengo acá y no sé qué decirles más que cortame. Para la tercera o cuarta vez ya había aprendido "levels" y "faceframe". Pero siempre las chicas tan entusiasmadas, con unos peinados tan divinos, tan alegres y dispuestas, me dejan el corte buenísimo. Y eso que nunca me acuerdo sus nombres y voy rotando de artista, pero todas, todas brillantes. Y eso que voy a la peluquería más barata. No appointments, just walk in. Y esta última vez me inspiré y le dije a la chica, mirá, cortame como tenés vos, sin el flequillo. Y ahí chocha cortándome, cantando J-Lo (o algo así, yo llamo J-Lo a esa música genérica). El nuevo corte tuvo un éxito inusitado en los pasillos académicos, donde gente me alababa el nuevo corte, hasta una mujer que sólo veo en el pasillo (creo que es una secretaria de química) que me paró para decirme que le gustaba. Loco.
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